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Las pesas de la balanza

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Vivimos en una realidad que se asemeja bastante a una matrioshka, las muñecas rusas de diferentes tamaños que guardan en su interior una más pequeña y a su vez se ocultan en el seno de otra mayor. Hay mundos microscópicos con millones de individuos en un charco de agua, nuestro cuerpo alberga a millones de microorganismos y nuestro planeta es una gota de agua en la inmensidad del universo. Y en esta compleja realidad las decisiones humanas son igualmente enrevesadas, motivadas por mil factores que se ponen en las distintas pesas de la balanza de nuestra voluntad hasta lograr que se incline en un determinado sentido.

Dependiendo del individuo, hay quien acepta revolcarse en el fango por 10.000, por 100.000 o por 1.000.000. Otros no lo harían jamás por dinero pero sí por tener una vida tranquila. Otros sólo lo harían bajo tortura. Otros sólo aceptarían si les pusiesen una pistola en la sien, y otros no lo harían jamás. Son los auténticos héroes, cuya grandeza moral es difícil de apreciar por alguien como yo, que cuando la lía demandando a los caciques que controlan la universidad o a otros centros de poder envilecidos solamente se juega un apartheid que, por otro lado, me resulta incluso agradable.

El otro día me preguntaban cómo he podido meterme en tantas batallas contra diversos rectores de la Universidad de Murcia y otros caciques menores si de verdad anhelaba tanto ser profesor. Y respondí que yo deseo con todas mis fuerzas ser profesor, pero deseo todavía más ser libre. Entre ser un profesor esclavo de las redes clientelares de la universidad y ser abogado, prefiero ser abogado. Y no me cuesta tomar esa decisión porque el principal factor que me mueve a ello es el egoísmo.

Todos tenemos nuestras prioridades. En mi caso, doy más valor que a ninguna otra cosa a decir lo que pienso, vestirme como quiero, hacer las cosas a mi manera y no tener que pelotear a nadie. También me ilusiona a ratos el contribuir a dejar un mundo mejor a las futuras generaciones, pero el deseo de no ser lacayo de nadie me acompaña permanentemente. Me causa más satisfacción trabajar con pantalones cortos en verano que ganar el triple a cambio de llevar un traje.

Y es en esta tesitura cuando, por ejemplo, miro la UMU como quien mira un caserón con un diseño magistral pero podrido por el paso del tiempo, las malas hierbas y la dejadez. Y me la imagino limpia de todas esas rémoras, irradiando la luz de todo su potencial. Y entonces me digo que pelear por ello es un trabajo que merece la pena, y que el inmenso placer de ver el caserón restaurado merece todos los esfuerzos, siendo a la vez consciente de que mis fuerzas son objetivamente muy insuficientes para lograrlo, pero a lo mejor consigo restaurar un 5% del edificio y eso provoca que más gente vea lo bonito que ha quedado y se animen a unirse al trabajo. En cualquier caso, no tengo nada mejor que hacer.

Siempre digo que las cosas más valiosas de este mundo no se pueden tener en propiedad, sino sólo sentirse. Una de las cosas más satisfactorias que se puede experimentar es contemplar lo que antes fue un erial y ahora es un hermoso jardín, y sentirte parte de él porque tú contribuiste a su transformación y de algún modo vives en él. A veces cuando gano algún caso donde la situación corregida era singularmente injusta, me siento así, y es lo único bonito de la profesión, así como una de las cosas más bonitas de la vida, incluso cuando eres un sujeto profundamente antisocial y amante de la soledad como yo.

comentarios (4)
comentarios cerrados
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Gracias.
6    k 139
BLUESS
Te entiendo Living, de estos cada vez hay menos. " Poderoso caballero es don dinero ...o don fama"
5    k 119
Pistongripau
Entre tanto padefo se agradece gente con valores #0 mis dieces
4    k 100
inconformistadesdeel67
La lucha por lo que uno considera justo, si realmente es lo justo y se consigue la meta, es lo que más puede llenar a una persona. :hug:
5    k 106
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